Un profesor educa a miles de niños durante su ciclo profesional. Con 25 años de trayectoria, la Facultad de Educación apuesta por poner el foco en los aprendizajes, la creación de herramientas para la labor docente, la investigación y el contacto con la realidad de los colegios. Otras unidades académicas también aportan en esta misión.
La calidad de la educación es un desafío permanente. En las discusiones de los últimos años, poco ha habido de reflexión y las reformas no han puesto su foco en el lugar donde se producen los verdaderos cambios: la sala de clases.
Además, todo sistema educativo es complejo y las nuevas tecnologías exigen innovar y actualizarse constantemente.
¿Cómo educar, entonces, en el contexto actual? Esta es la pregunta que el Centro de Investigación en Educación y Aprendizaje (CIEA) de la Facultad de Educación intenta abordar en profundidad, a través de investigaciones sobre educación escolar, universitaria y docencia, sumado al desarrollo de herramientas que promuevan los aprendizajes.
Pelusa Orellana, vicedecana de Investigación de la Facultad de Educación señala que según los resultados del Simce 2017, en 10 años los alumnos subieron solo 15 puntos. “Estamos estancados y el desempeño está por debajo del promedio de la OCDE. Las brechas de nivel socioeconómico y de género se mantienen, por lo que no ha habido mejoras significativas”, explica.
Para abordar este problema país, Pelusa Orellana y María Francisca Valenzuela, vicedecana académica de la Facultad de Educación, trabajan junto a las investigadoras Marianela Navarro y Carolina Melo en el desarrollo de Leer+, un nuevo instrumento para mejorar la comprensión lectora y el vocabulario, enfocado en los cursos de tercero a sexto básico. El proyecto contempla crear 500 textos con sus respectivas preguntas y pilotearlos con una muestra de cinco mil estudiantes.
Es una plataforma amigable que potencia la ejercitación personalizada, lo que puede contribuir a mejorar los resultados del Simce. “Si cada niño ejercita 20 minutos diarios y avanza en textos más complejos, debería mejorar su comprensión y vocabulario sustantivamente. Los estudios muestran que cuando existe un calce entre habilidad lectora y dificultad del texto, el alumno alcanza, al menos, el 75% de éxito en la comprensión”, detalla Pelusa Orellana.
Esta plataforma tecnológica se suma a Dialect y Diamat, dos de los proyectos pioneros y más ambiciosos de la Facultad, desarrollados en conjunto con la Dirección de Innovación y vinculados al concepto Dia+ “Diagnóstico Oportuno para Aprendizajes de Calidad”.
Evaluar es conocimiento
Otro eje central de la calidad educativa es la evaluación, porque permite orientar las decisiones pedagógicas e influye directamente en el proceso de aprendizaje del alumno. Por eso importa medir si las prácticas evaluativas que los docentes aplican son efectivas.
Hacia allá apunta el proyecto “Competencias evaluativas de docentes de Educación Básica: un instrumento para describir sus niveles de logro”, impulsado por Marianela Navarro, junto a académicas de las universidades Católica y de La Frontera. Es una plataforma que combina tareas de ejecución con preguntas de conocimiento, para diagnosticar el nivel alcanzado por los docentes. “Evaluar es conocimiento, y para tener una buena práctica de evaluación hay que conocer con profundidad la disciplina que se enseña”, destaca Navarro.
Bajo la convicción de que los buenos profesores se forman tempranamente, la Facultad también diseñó un nuevo programa de prácticas profesionales para alumnos de último año de carrera, cuya meta es lograr que sean educadores de excelencia. Incluye acompañamiento por parte de tutores, retroalimentación continua y evaluación, entre otras innovaciones.
Ser un puente
Junto con realizar investigación aplicada, con publicaciones en prestigiosas revistas académicas, de las cuales han surgido valiosas herramientas para mejorar los procesos de aprendizaje, los doctores del Centro de Investigación en Educación y Aprendizaje buscan potenciar el desarrollo de conocimiento de alto nivel científico y aportar a la discusión sobre políticas públicas que se adapten a las necesidades y a la realidad nacional.
Así nació la idea de crear un ciclo de seminarios, que sirvieran de puente entre la academia, los colegios y las instituciones relacionadas a la educación. Durante 2017, y con más de mil espectadores, investigadores del CIEA y académicos invitados abordaron un amplio espectro de temas, entre ellos, cómo formar a estudiantes con altas capacidades, la importancia de la innovación docente y las reformas a la educación escolar y universitaria.
Entre los expositores estuvieron presentes el ex ministro de Educación Harald Beyer, el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez (en la imagen), y la investigadora del Centro de Investigación Intercultural e Indígena, Anahí Huencho.
Familia y comunicación
“Para innovar en proyectos de familia y educación es necesario hacer un cambio de mirada hacia lo sistémico, trabajar con especialistas que comprendan las dinámicas de funcionamiento y comunicaciones familia-escuela”, explica Carmina Gillmore, profesora del Instituto de Ciencias de la Familia (ICF).
En esta línea, la entonces gerente de la Consultora ICF, Natalia Navas, presentó el proyecto Paso a Paso, implementado en La Pintana para “ayudar a que los alumnos en el colegio no solo adquieran conocimientos académicos, sino que desarrollen habilidades y competencias que les permitan discernir, conocerse y valorarse a sí mismos y relacionarse mejor con los demás”, afirma la psicóloga. “Paso a Paso vuelve a poner a la familia en el centro de la sociedad, porque creemos firmemente que desde ella brota lo mejor de cada persona”.
El curso Gestión y comunicación de crisis en colegios, organizado por la Facultad de Comunicación, fue otra de las iniciativas diseñadas para entregar herramientas a los establecimientos educacionales. Su objetivo es manejar las circunstancias de crisis interna o externa desde el punto de vista comunicacional, en el escenario que atraviesa el sistema escolar chileno. El curso ya cuenta con cuatro versiones, una de ellas en Antofagasta.