OPINIÓN

Álvaro García Marín
Decano, Facultad de Ciencias
Económicas y Empresariales

El 2025 se ve como un año complejo. El orden internacional basado en reglas ha dado paso a un mundo donde la inestabilidad es la norma. El resurgimiento del proteccionismo, intensificado bajo la segunda presidencia de Donald Trump, genera incertidumbre y preocupación por los posibles efectos económicos negativos.

Durante décadas, Chile apostó por la apertura como modelo de desarrollo. Esta estrategia favoreció la competitividad chilena en el mundo, permitiendo exportar mucho más que materias primas. Chile desarrolla e implementa tecnología para producir cobre de forma más eficiente y exporta cerezas con un calibre que rara vez se ve en el mercado local. El resultado directo: Una mejora sustancial en la calidad de vida de los chilenos. Hoy, este modelo se ve amenazado. La incertidumbre global frena la inversión, y ante la potencial pérdida de empleo, los hogares reducen su consumo como medida de protección.

Este fue el escenario analizado en una serie de conversatorios organizados por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales entre mayo y junio de 2025. En el diálogo participaron académicos, figuras del sector público, del mundo financiero y líderes de empresas directamente afectadas. El conversatorio entregó varias conclusiones.

Primero, el origen del conflicto es ideológico, no económico: Las actuales tensiones comerciales responden a una agenda política donde los argumentos económicos son secundarios. Segundo, el mercado financiero ha reaccionado de forma inédita, castigando a EE.UU. por la escalada arancelaria, reconociendo el riesgo de que el dólar pierda su histórico privilegio como refugio de valor global. Finalmente, la mejor estrategia para Chile es responder a las amenazas con visión. En negociaciones con actores como Donald Trump, es fundamental identificar áreas donde se puedan hacer concesiones estratégicas para obtener ganancias a futuro. Una oportunidad concreta es la cooperación en energías renovables, atrayendo inversión y tecnología. A mediano plazo, esta estrategia podría impulsar la diversificación productiva, sentando las bases para un crecimiento más robusto y sostenible.

Mientras parte del mundo opta por el proteccionismo, Chile tiene la oportunidad de consolidarse como un socio confiable en la economía global.