El equipo de la Dirección de Extensión Cultural está desarrollando atractivas experiencias para estudiantes, adultos mayores y personas con necesidades especiales. Acá cuentan sus logros.
A mediados del siglo XX la coleccionista María Loreto Marín Estévez comenzó a dar forma a un valioso patrimonio de arte religioso —ruso y surandino— con objetos comprados a anticuarios y particulares. Por mucho tiempo lo conservó en su casa, hasta que decidió donarlo a la Universidad de los Andes para exhibirlo en un espacio adecuado y abierto al público. Entonces se convocó al estudio Árbol Color para el desafío: armar un recinto contemporáneo que pudiera albergar estas piezas.
“El Museo de Artes se fundó en 2010 con la colección de Loreto Marín (luego se enriqueció con otras donaciones: la colección Holtz-Kähni de esculturas religiosas en madera, y la de Ugo Pericoli con dibujos de vestuario para cine). Diez años más tarde vino la pandemia y todos los espacios culturales, a nivel mundial, cerraron”, recuerda Josefina Tocornal, directora de Extensión Cultural. El recinto volvió a abrir sus puertas a inicios de 2022 y se vio enfrentado a un proceso de reformulaciones y retos. “Durante los últimos tres años vivimos un importante desarrollo. El equipo le ha puesto muchas fichas al Museo, mucha gestión y cambios. Eso significó que se reactivara y, de mil personas, hoy recibimos entre 4.500 y 5 mil visitas al año. Ha sido una explosión”, dice Josefina Tocornal.

María Ignacia González, coordinadora del Museo de Artes, reconoce que “tratamos de ir en búsqueda de las personas. Tenemos que invitar y contar con un plan de mediación”, porque para muchos no resulta tan fácil trasladarse y apreciar su contenido. Así, gracias a recursos del Fondo del Patrimonio Cultural, han podido implementar novedosas actividades educativas dirigidas a público adulto, escolar y a personas con discapacidad.
Programas personalizados
La directora revela que la aproximación ha sido desde el mundo del arte y el patrimonio, buscando derribar las barreras que dificultan el acceso. “La realidad es que hay barreras geográficas, socioeconómicas y de transporte. Lo que estamos haciendo es gestionar este Museo desde un punto de vista inclusivo para que todas las personas, independiente de su edad, ubicación geográfica y capital cultural, se sientan acogidas y atendidas, y quieran venir”, explica Josefina Tocornal.

“Ha sido clave contar con el apoyo de las unidades académicas de la Universidad: Terapia Ocupacional, Kinesiología, Nutrición y Enfermería.”
Josefina Tocornal, directora de Extensión Cultural
Nayoly Barrios, quien está a cargo de ofertar de estas actividades, señala que es un privilegio aportar para que el Museo de Artes sea más inclusivo. “Ha sido como una gran oportunidad para investigar y desarrollar nuevos proyectos”. Detalla que entre las fundaciones que han participado destacan Fundación Luz, creada en 1924 por la escritora Marcela Paz para personas con discapacidad visual; Nocedal, Almaluz y Edudown. “Los chicos de Edudown repitieron la visita este año. Quedaron tan fascinados que quieren volver. Ha sido muy estimulante. También hemos tomado contacto con distintas municipalidades: San Bernardo, Peñaflor, Las Condes, Providencia y La Pintana y así han podido llegar hasta acá grupos de adultos mayores”, manifiesta Nayoly Barrios.
Josefina Tocornal entrega algunas cifras auspiciosas en materia de inclusión. “En 2023, recibimos tres grupos con un total de 43 personas y, en 2024, 418 personas. Hasta la fecha, en lo que va del año, ya vamos en 150 participantes de este programa. Lo más importante es que para cada grupo se prepara una visita especial, se adapta y se desarrolla un material pensando en sus necesidades”.
En esa línea, el equipo ha programado actividades en torno a la colección Holtz-Kähni, que incluye santería popular de fines del siglo XVIII y comienzos del XX. María Ignacia González revela que se invitó a la artesana Pía Rodríguez, quien fabricó unas réplicas en madera de las esculturas. “También incluimos a la Facultad de Ingeniería y ellos hicieron réplicas de nuestros santitos en 3D”. De esta forma se crearon piezas que pudieran ser manipuladas por personas con discapacidad visual y por adultos mayores. “A estos últimos les colocamos antifaces, les pasamos los santos y luego se abren preguntas sobre lo que tienen en sus manos, el material y sus texturas. La idea es que se inicie una conversación. En los adultos mayores ha sido muy enriquecedor, porque ellos tienen una cultura mayor de santería y de devoción”, expresa Ignacia González.


Para las personas con síndrome de Down cuentan con distintas actividades de mediación. Una de ellas tiene que ver con los atributos y contempla una dinámica de detectives. Una vez que ingresan al Museo, los chicos se encuentran con peluches que tienen que recoger y cuyas figuras tienen que identificar en las obras expuestas. “Es un trabajo de pistas que resulta muy entretenido para este grupo. También trabajamos con collages y los participantes tienen que crear su propio autorretrato o retrato de un compañero, manifiesta María Ignacia González. Otra actividad incluye procesos fáciles de impresión sobre marcos de cartón y, junto con ello, juegan con accesorios y se toman selfies.
Josefina Tocornal concluye que el equipo del Museo de Artes está comprometido en seguir este camino. “Obviamente no tenemos todos los conocimientos que se necesitan para atender de la mejor manera posible a cada grupo, por eso ha sido clave contar con el apoyo de las unidades académicas de la Universidad: Terapia Ocupacional, Kinesiología, Nutrición y Enfermería. Hemos logrado que en cada visita también esté presente un grupo de alumnos con sus profesores. Es una visita formativa, porque aprenden y aplican en terreno sus conocimientos”, cierra.