Desde que el apagón dejó al descubierto la vulnerabilidad eléctrica, hay voces que señalan que la integración entre vegetación y red eléctrica puede ayudar a la protección del sistema.
En febrero de 2025, un corte de energía dejó sin suministro a más de 15 millones de personas durante siete horas, desde la región de Arica y Parinacota hasta Los Lagos. La falla se originó en la línea de transmisión Nueva Maitencillo – Nueva Pan de Azúcar 2×500 kV, ubicada entre Vallenar y Coquimbo, la que transportaba cerca de 1.800 mega watts.
Para el ingeniero eléctrico Miguel Torres, Ph.D., académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas, el problema refleja la vulnerabilidad estructural del sistema. “Chile tiene una geografía particular y eso ha llevado a que la transmisión eléctrica esté altamente concentrada en ciertas líneas estratégicas. Cuando una de ellas falla, como ocurrió en el Norte Chico, el impacto puede extenderse a gran parte del país”.
Solución verde
Para Cynnamon Dobbs, académica del Centro de Estudios Territoriales, parte de la respuesta está en repensar nuestras ciudades, el entorno natural y cómo se relacionan con la infraestructura energética. Áreas verdes, vegetación urbana y humedales pueden desempeñar un rol clave en la protección del sistema eléctrico.
“La vegetación bien distribuida puede reducir el efecto isla de calor en las ciudades, lo que disminuye la necesidad de enfriar edificaciones y, por tanto, baja la presión sobre la red eléctrica”, explica la doctora en Ecología Urbana por la Universidad de Melbourne, Australia. “También es importante conservar áreas vegetadas en los bordes urbanos, porque ayudan a moderar las temperaturas y a prevenir inundaciones”, agrega.

“La vegetación bien distribuida puede reducir el efecto isla de calor en las ciudades, lo que disminuye la necesidad de enfriar edificaciones y, por tanto, baja la presión sobre la red eléctrica”, explica la doctora en Ecología Urbana por la Universidad de Melbourne, Australia. “También es importante conservar áreas vegetadas en los bordes urbanos, porque ayudan a moderar las temperaturas y a prevenir inundaciones”, agrega.
A su vez, los suelos con vegetación permiten que el agua lluvia se infiltre mejor, reduciendo la acumulación superficial que puede dañar instalaciones eléctricas, especialmente en zonas bajas o costeras. Parques y zonas de retención natural ayudan a contener este exceso hídrico y evitan que la infraestructura colapse.

“Una red eléctrica más resiliente necesita más que tecnología. Se requiere planificación territorial, una mejor relación con el entorno natural y voluntad política para integrar estas variables”
Cynnamon Dobbs, investigadora del Centro de Estudios Territoriales
Pero la integración entre vegetación y red eléctrica exige planificación. No se trata de plantar árboles al azar. “Hay que elegir especies adecuadas para crecer cerca de líneas eléctricas, respetar alturas máximas y asegurar suficiente espacio en el suelo para un buen desarrollo de raíces. Todo esto previene caídas o interferencias con el cableado”, señala.
“En países como Estados Unidos, se aplica la idea del árbol correcto en el lugar correcto. Por ejemplo, bajo el tendido eléctrico solo se plantan especies que no superan los cuatro metros de altura en su madurez”, indica la también máster en Ciencias en Recursos Forestales y Conservación de la Universidad de Florida, EE.UU.
Estabilidad para el sistema eléctrico

La vegetación urbana también puede cumplir una función importante frente a incendios, si se escogen especies menos inflamables y se planifica su distribución con franjas de seguridad. En la costa oeste de EE.UU. “hay normativas sobre la distancia mínima entre árboles y viviendas para evitar la propagación de incendios forestales hacia zonas habitadas o redes eléctricas”, explica.
Pero no solo se trata de árboles. Para fortalecer el sistema eléctrico es clave avanzar en autonomía energética. Paneles solares domiciliarios o comunitarios, microrredes, electrodomésticos eficientes y mejor aislación térmica en las viviendas permiten reducir la carga sobre la red y mantener el suministro ante emergencias.
“En Chile ya existen subsidios para instalar paneles solares en viviendas sociales, pero aún falta expandir estas políticas a más hogares. A eso se debe sumar una mejor educación energética y estándares de eficiencia en nuevas construcciones”, afirma. Porque además de sus beneficios ambientales, restaurar humedales, plantar árboles en zonas estratégicas o mejorar el diseño de barrios puede tener un impacto directo en la estabilidad del sistema eléctrico. “La clave está en anticiparse a los eventos extremos y no reaccionar cuando ya es tarde”, apunta.
Resiliencia desde el territorio: la clave está en lo local
Desde las comunidades también se pueden impulsar medidas: crear jardines de infiltración, monitorear la salud de los árboles urbanos, organizar redes solares compartidas o promover el uso de vegetación adecuada cerca de viviendas y calles.
“Una red eléctrica más resiliente necesita más que tecnología. Requiere planificación territorial, una mejor relación con el entorno natural y voluntad política para integrar todas estas variables”, concluye Cynnamon Dobbs.

La plataforma, generada mediante un Fondecyt liderado por el profesor José Delpiano, está orientada a prevenir la caída de ramas de árboles, con información entregada por vecinos e imágenes tomadas con teléfonos celulares para evitar posibles daños. Ya ha acumulado imágenes e información de unos 14 mil árboles de la Región Metropolitana para ser analizada mediante inteligencia artificial.
“La evaluación del riesgo asociado a un árbol es relevante, porque cada vez que hay mal clima tenemos que lamentar caídas de ramas o árboles completos, con daños en la infraestructura, autos e, incluso, lesiones o muerte de personas”, explica el académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas, quien en 2025 se adjudicó un nuevo Fondecyt para continuar esta línea de investigación, que puede transformarse en un gran apoyo para la gestión municipal.