El aumento del consumo de alcohol durante la crisis sanitaria pone sobre la mesa un tema muchas veces olvidado y que requiere de un arduo trabajo de prevención y de formación humana, para promover una vida sana y evitar el consumo problemático.
La cuarentena que hemos vivido ha impactado nuestra salud física, mental, emocional, espiritual y ocupacional. Esta situación de excepción conlleva altas cuotas de estrés, miedo e incertidumbre y puede encaminar a que personas que presentan, o han tenido, un consumo problemático de drogas aumenten o retomen ese consumo. El hecho de disponer de alcohol, tabaco y fármacos de prescripción médica en casa agrava la situación.
Un caso ocurrido en Graneros, donde el edil facilitó la entrega de un fármaco a un vecino contagiado por Covid-19 que pasaba por período de abstinencia -tal como la autoridad señaló en una radio local-, dejó de manifiesto la importancia de visibilizar a este grupo de la población, muchas veces desatendido.
María Elena Riveros, directora de la Escuela de Terapia Ocupacional y especialista en salud pública y drogodependencias, explica que entre las personas consumidoras de sustancias se pueden distinguir distintos perfiles con características propias. “En el caso de niños y adolescentes, cualquier uso de sustancias es de riesgo, dada la etapa en la que están, con un cerebro, cuerpo y afectividad en desarrollo. Otras poblaciones en que el consumo de drogas refleja alta vulnerabilidad son las mujeres, personas privadas de libertad, quienes viven en situación de calle, migrantes, jóvenes en conflicto con la justicia y personas con comorbilidad psiquiátrica, entre otros”, detalla.

María Elena Riveros, directora de la Escuela de Terapia Ocupacional y miembro del consejo asesor técnico de la Corporación Mañana, advierte sobre la falta de profesionales y técnicos capacitados para atender a personas con consumo problemático de drogas, pues en Chile hay una baja formación en programas de pregrado y escasa oferta de especialización en educación continua y postgrado.
La especialista destaca que el rol de la familia es fundamental y que, si no existe la figura familiar de apoyo, se debe crear una. “Las personas con historia de consumo de droga también cargan historias de abandono, sufrimiento y pérdida de confianza de otros. Debemos fortalecer las competencias parentales -y de quienes desempeñan ese rol- para educar a los hijos, dar las herramientas para formar un vínculo y generar un ambiente de protección y cuidado, para ejercer un trabajo de primera importancia: criar a la futura generación”.

EL TRABAJO COMO FACTOR ESCENCIAL
El acceso al trabajo es un factor que contribuye a reducir las brechas de equidad. “Habitamos en una sociedad cargada de prejuicios y que prefiere ‘invisibilizar’ a una parte de su población, como las personas consumidoras problemáticas de drogas”, afirma la terapeuta ocupacional. “Para avanzar en inclusión se debe afirmar el valor y dignidad de cada persona y su derecho a una vida plena, donde el trabajo ocupa un lugar esencial. Debemos dar el valor que tiene el esfuerzo de recuperación, de salir adelante con perseverancia, a pesar de las situaciones adversas. Son personas que han tenido menos oportunidades y más dificultades a lo largo de sus vidas”.
La Escuela de Terapia Ocupacional imparte el “Minor en Consumo de alcohol y drogas: impacto en la ocupación humana” a estudiantes de diferentes carreras, con el objetivo de formar desde el pregrado y abordar los desafíos que enfrentamos como país en el uso problemático de drogas.