Hay acontecimientos que cambian el curso de la historia y definen a una generación. La pandemia por Covid constituye una crisis sanitaria mundial que tendrá efectos más allá de los confinamientos y suspensión prolongada de actividades que nos han afectado. A su vez, la crisis política y social que remeció a nuestro país, pocos meses antes de que llegara el coronavirus, sirve para remarcar el efecto transformador de los acontecimientos recientes.
Al hacer frente a estas circunstancias, hay una tentación en la que no podemos caer: la de querer que las cosas vuelvan a ser como antes. Si hay algo que resulta fundamental aprender en estos tiempos de crisis, es que no podemos -ni queremos- quedar iguales a como estábamos. Si no aprendemos de las crisis, hemos perdido el tiempo.
Como Universidad no queremos desperdiciar este aprendizaje, sino que hacer lo que las universidades podemos hacer mejor: transformar la experiencia en conocimiento y ponerlo al servicio de los demás.
Y aun cuando queremos abrazar las oportunidades, debemos reconocer las evidentes paradojas que estos tiempos nos presentan. Se trata de hechos concurrentes que parecen contrarios a la lógica, fenómenos contradictorios que se presentan juntos. Así podemos reconocer el gran poder de transformación de la tecnología en la educación superior, al tiempo que vemos con mayor claridad que nunca, que la Universidad es una comunidad de maestros y estudiantes, en cuyo encuentro personal está la clave de la formación.
La gran paradoja es que la Universidad no volverá a ser la misma, pero su esencia no cambiará. El experimento de digitalización transversal forzada por la pandemia nos ha permitido descubrir que hay muchas cosas que resultan mejor de esta manera. A su vez, hemos valorado más que nunca aquellos aspectos de la vida universitaria que no podemos reemplazar con tecnología, y contamos los días para encontrarnos nuevamente en el campus.
Resulta esencial hacer un alto para agradecer, desde lo más profundo, el trabajo de las personas dedicadas a los servicios de salud. Sus desvelos y cansancios, sus miedos y, al mismo tiempo, su valiente dedicación, nos impactan por su capacidad de entrega a toda prueba. Así lo hemos visto en los profesionales de la clínica universitaria y del Centro de Salud UANDES en San Bernardo. Ellos han llevado a cabo una labor heroica, manteniendo el trato humano y cercano, siempre al servicio de quienes lo necesitan.
También quiero destacar y agradecer el enorme esfuerzo que ha significado para profesores, alumnos y administrativos, el tener que adaptarse rápidamente a un nuevo escenario. Ante las dificultades, han demostrado que no existen obstáculos insalvables para avanzar y cumplir con su compromiso universitario.
La misión de la Universidad ha estado vinculada al servicio de las personas y del país desde sus orígenes. Hoy esa misión se percibe más relevante que nunca, por lo que nuestro esfuerzo continuará siempre orientado a vivir una cultura de trabajo bien hecho, con el propósito de servir y trascender. Estas páginas dan cuento de ello.
José Antonio Guzmán C.
Rector